CRÓNICA DE ÓPERA

Leo Nucci hace historia con el primer bis en Les Arts

El legendario barítono, a sus 77 años, impresionó por su potente Rigoletto

El veterano barítono Leo Nucci, en Les Arts.

El veterano barítono Leo Nucci, en Les Arts. / periodico

Pablo Meléndez-Haddad

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Lo de Leo Nucci es impresionante. La noche del sábado el barítono italiano que tanto ha cantado en España y en medio mundo hizo historia en el Palau de Les Arts como protagonista del primer bis en la historia del coliseo valenciano. Lo hizo, cómo no, con su incomparable encarnación del personaje protagonista del ‘Rigoletto’ verdiano. A Nucci le escuché por primera vez su bufón jorobado en un ya lejano1986, y la verdad es que entonces su interpretación fue memorable (de esas para verle todas las funciones programadas), tanto como la que ofreció en Les Arts conquistando con su sabiduría y entrega a un público que lo esperaba desde un frustrado 'Nabucco' que tuvo que cancelar en 2014 por enfermedad.

Fenómeno de la naturaleza, mítico, legendario, su Rigoletto –lo ha interpretado en más de 2.000 ocasiones, entre funciones y ensayos– sigue llegando al corazón del público allí donde va, incluso con los años que acumula, porque la voz corre, el agudo es potente y si el grave se resiente, él ya sabe cómo compensarlo. Todavía impresiona su volumen, su compenetración con el papel y su saber hacer teatral: su sabiduría es referencial. El bis, obviamente nada espontáneo (el final del tercer acto, junto a una soprano que no estuvo a la altura), fue más que nada un homenaje a una trayectoria de leyenda.

Albelo, voz joven y elegante

A su lado brilló uno de los intérpretes más reputados a nivel internacional del libidinoso personaje del Duque de Mantua, el tenor español Celso Albelo, imponiendo su voz joven, en plenitud, un fraseo siempre elegante y su agudo portentoso en este papel que conoce como nadie, siendo además uno de los que más ha interpretado en su exitosa trayectoria y que en breve volverá a cantar en varias ciudades de Japón en una gira con el Teatro Comunale de Bolonia.

La soprano Maria Grazia Schiavo intenta hacer todo lo que le pide el emblemático papel de Gilda, pero el sobreagudo se le resiste; la voz no es aterciopelada y la proyección limitada. Nino Surguladze (Maddalena) aportó su oscura e ininteligible voz y un convincente dominio escénico y Marco Spotti (Sparafucile) una vocalidad importante y atractiva, muy concentrado en el fiel asesino que tuvo que encarnar.

Los comprimarios de Les Arts son muy buenos, todos de su cantera propia, el Centre de Perfeccionament Plácido Domingo, pero lo que sí es de otro planeta es el espectacular Cor de la Generalitat Valenciana, que volvió a lucirse en todas sus intervenciones. La Orquestra de la Comunitat se mostró en óptimo estado al mando de un Roberto Abbado que impuso la apropiada tensión a la partitura.

La producción de Emilio Sagi, ya vista en Bilbao y Lisboa y que explora en las cloacas del poder, funciona sobre todo por su poderío teatral (impacta la escena de la tormenta, con el coro y la tramoya a la vista), ayudando a la comprensión de la trama.